En demasiadas ocasiones, el proceso penal se inicia sin pruebas sólidas, pero con un acusado ya sentado en el banquillo. Esa figura —el sospechoso habitual— no es solo una construcción jurídica, sino también simbólica. Porque en el fondo, muchos abogados también lo somos.
Somos sospechosos habituales por no haber superado una oposición, como si ello fuera sinónimo de menor preparación —cuando en muchos casos, la formación y experiencia acumuladas nos sitúan en condiciones iguales o incluso superiores a otros operadores jurídicos.
Somos sospechosos de pleitear únicamente por interés económico, de engañar, de entorpecer, de generar carga de trabajo innecesaria. Sospechosos de ejercer la defensa con firmeza, como si ello fuera una falta de respeto, y no el ejercicio legítimo de un derecho fundamental.
Se nos mira con recelo. Se nos limita. Se nos ignora. Y lo más grave: se olvida que la función de la abogacía es esencial para el correcto funcionamiento del sistema de justicia, y que nuestro compromiso no está con el litigio vacío, sino con la protección efectiva de los derechos fundamentales.
¿Por qué nace este blog?
El Sospechoso Habitual nace como una plataforma de reflexión y denuncia. Como un espacio para compartir experiencias, jurisprudencia, análisis técnico y también vivencias humanas. Es un blog para abogados, pero no solo para ellos. Es también para estudiantes, operadores jurídicos, ciudadanos críticos y para cualquiera que se niegue a aceptar que la justicia es, y debe seguir siendo, el poder olvidado del Estado.
Hablaremos de derecho penal, de defensa procesal, de pruebas, de juicios con jurado, de reformas legales, de sentencias mal motivadas y de estructuras colapsadas. Pero también hablaremos de dignidad profesional, de gestión de despachos, de ética, de vocación y de cómo seguir creyendo en esta profesión incluso cuando el sistema parece empujarte al desencanto.
Porque sí, en muchas salas seguimos siendo tratados como sospechosos habituales.
Pero si ejercer el Derecho con libertad, rigor y dignidad nos convierte en sospechosos…entonces llevaremos esa sospecha como un título.
Y la defenderemos con cada alegato, cada recurso y cada palabra.
Hasta que deje de parecer sospechoso que un abogado ejerza su función con firmeza.
Hasta que deje de ser sospechoso reclamar garantías procesales.
Hasta que deje de ser sospechoso exigir respeto institucional.
Hasta que deje de ser sospechosa… la justicia misma.
Porque cuando lo normal es el silencio, la queja se vuelve sospechosa. Y cuando lo habitual es la resignación, la firmeza se convierte en rebeldía.
Este blog es, precisamente, eso: una forma de no resignarse.

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